Brasil, uno de los países más castigados por el coronavirus, comienza poco a poco a retomar las clases presenciales después de casi un año suspendidas por la pandemia de COVID-19, que dejó a 5.5 millones de niños y adolescentes sin acceso a la educación en 2020.
Además de los graves problemas en el ámbito sanitario, Brasil también vive un impás educativo que lo ha llevado a situarse entre los países que más tiempo tuvieron sus escuelas cerradas: 43 semanas, casi el doble de la media mundial, según la Unesco.
Después de meses en los que ni siquiera fue un asunto de debate, los Gobiernos regionales y municipales, que entre sus competencias tienen la educación, empiezan a anunciar a cuentagotas sus cronogramas de vuelta a las aulas presenciales. Una veintena de estados brasileños esperan hacerlo entre febrero y marzo.
Aulas de Sao Paulo tienen alumnos de nuevo
Este lunes fue el turno de Sao Paulo, la región más rica e industrializada de Brasil y también una de las más afectadas por la COVID-19, con cerca de 55 mil muertos y 1.8 millones de casos.
Más de 4 mil 500 colegios de la red pública paulista abrieron hoy sus puertas para impartir clases, con un aforo máximo de hasta un 35 %.
Sin embargo, la vuelta de las clases presenciales no ha sido un camino plácido para el Gobierno de Sao Paulo. Fue motivo de embate en los tribunales y de una huelga convocada por un sindicato de profesores, que según el secretario de Educación, Rossieli Soares, ha tenido una adhesión “próxima a cero”.
Como Sao Paulo, varios estados brasileños han optado por un régimen híbrido, entre educación presencial y remota, a fin de poder mantener el distanciamiento dentro de las clases, aunque no todas las familias tiene los equipamientos necesarios para ello.