Con más de 500 ruedas de prensa a sus espaldas y una elevada popularidad, Andrés Manuel López Obrador cumple este martes dos años como presidente de México sin haber logrado atajar la crisis de violencia del país ni recuperar la débil economía nacional, que se ha desplomado todavía más por la pandemia.
Precisamente, la pandemia del COVID-19, que con más de 100 mil muertos ha situado a México como el cuarto país del mundo en número de decesos, ha sido lo “más difícil” y “doloroso” de su Gobierno, confesó el mismo presidente.
Un estilo propio
Pero López Obrador, quien se niega a llevar cubrebocas, asegura que el país ya ha “domado” al coronavirus, un optimismo que no comparten las autoridades sanitarias, quienes advierten de un repunte de contagios en varios estados, incluida la capital. Ni la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ve una situación “muy preocupante“.
Estos mensajes contradictorios no pasan factura al líder izquierdista, convertido en 2018 en el presidente más votado de la historia de México, que conserva una popularidad superior al 60 por ciento.
Sus conferencias de prensa diarias a las siete de la mañana, las críticas a la prensa y al legado de “los Gobiernos neoliberales”, y anuncios sorprendentes como la rifa del avión presidencial, que finalmente fue simbólica, le funcionan.
“Toma decisiones de gran simbolismo que posiciona muy bien en la gran mayoría de la población, como se demuestra en su gran nivel de aceptación”, dijo a David Morales, politólogo de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Una economía enferma y austera
Pero los datos no son simbólicos. Si en 2019 el Producto Interno Bruto (PIB) mexicano se contrajo un 0.3 por ciento, el coronvirus lo acabó de empujar en el segundo trimestre de este año a un desplome histórico del 18.7 por ciento.
“El balance no es positivo dado que ya se registraba un decrecimiento de la economía y un declive de la inversión pública y privada antes de la pandemia”, dijo Rodolfo de la Torre, economista del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).
La reapertura iniciada en junio permitió una recuperación del 12.1 por ciento en el tercer trimestre, pero para final de año se prevé una caída promedio del 9 por ciento y 12 millones de pobres nuevos, según analistas.
Los empresarios han pedido mayor inversión del Estado para dinamizar la economía, pero López Obrador no quiere endeudar el país ni gastar mucho más que con sus obras estrella: un aeropuerto, una refinería y el Tren Maya.
Su estrategia pasa por mantener intacto el plan económico previo a la pandemia, basado en el exitoso aumento del salario mínimo y la entrega de becas y pensiones.
Los programas sociales, sin embargo, son sufragados gracias a un severo plan de austeridad gubernamental, que incluyó la polémica supresión de fondos para ciencia, desastres y derechos humanos.
Ante la violencia, más militares
Estos programas sociales son también la esperanza del presidente para que los jóvenes dejen de engrosar las filas del crimen organizado.
Pero mientras esto no ocurre, López Obrador ha mantenido la apuesta de sus antecesores, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, de usar el Ejército para atajar la violencia.
Para ello creó la Guardia Nacional, un cuerpo formado eminentemente por militares que formaliza la presencia de soldados en las calles del país, algo criticado por organizaciones de derechos humanos.
“El papel del Ejército es mucho más relevante ahora. Se han militarizado nuevas áreas de la vida”, como la seguridad pública, las aduanas o la construcción del nuevo aeropuerto capitalino, dijo Gustavo López, profesor de Ciencia Política del Tecnológico de Monterrey.
Con esto, el Gobierno ha logrado reducir casi todos los delitos, pero los homicidios siguen adoleciendo a un país donde cada día matan a 10 mujeres y que encabeza la lista mundial de periodistas asesinados.
En 2019, México sufrió un año récord con 34 mil 608 homicidios dolosos y 1.012 feminicidios. Y a pesar del confinamiento de este año, el 2020 va en camino de marcar otro récord.
Buena parte de los asesinatos tienen que ver con las luchas del narcotráfico, que el Gobierno combate con ambigüedad: mientras el Ejército captura al líder del Cártel Santa Rosa de Lima, López Obrador da muestras de afecto a la madre del Chapo.
El amigo de Donald Trump
La cercanía de López Obrador con el Ejército explica su insistencia para que Estados Unidos regresara a México al general Salvador Cienfuegos, exsecretario de Defensa capturado en octubre en Los Ángeles por presuntos vínculos con el narcotráfico.
El pacto alcanzado hace dos semanas para que el Gobierno de Donald Trump levantara los cargos contra Cienfuegos es el mayor éxito diplomático de López Obrador, uno de los pocos mandatarios que todavía no reconoce la victoria del demócrata Joe Biden.
Y es que contra todo pronóstico y a pesar de los insultos de Trump contra México y los migrantes, López Obrador han mantenido una buena sintonía con el estadounidense.
De hecho, el pasado julio, el presidente mexicano dejó a un lado su desinterés por la política internacional y viajó a Washington para celebrar con Trump la puesta en marcha del acuerdo comercial T-MEC.
El reto de la impunidad
Aunque está siendo investigado en México, todavía no hay ninguna orden de captura contra Cienfuegos, quien quedó en libertad al pisar territorio mexicano.
Pero el gobierno sostiene que no habrá impunidad en este caso ni en muchos otros ocurridos en México.
La investigación por la desaparición hace seis años de los estudiantes de Ayotzinapa, por ejemplo, avanzó este año con el histórico hallazgo de los restos de uno de los jóvenes lejos del lugar donde el Gobierno de Peña Nieto decía que habían sido asesinados.
En el campo de la corrupción, sin embargo, “no ha habido una estrategia clara“, opinó Gustavo López.
El presidente asumió el poder arremetiendo contra la corrupción de los anteriores gobiernos, pero a su vez quiere someter a consulta popular si se debe investigar a sus predecesores.
Sin esperar al referendo, la Fiscalía siguió su curso y cerró un acuerdo con el exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, para que delatara a Peña Nieto y a una decena de políticos en la trama Odebrecht.
Ahora México está a la expectativa de si en el llamado “juicio del siglo” se hará justicia o quedará en otro espectáculo mediático.
“No les voy a fallar”, prometió López Obrador hace dos años a un país harto de corrupción, violencia y pobreza.
FUENTE: AGENCIAS