Este 2 de abril, Viernes Santo, el Papa Francisco presidió la celebración de la Pasión del Señor en la Basílica de San Pedro en el Vaticano.
En la celebración participaron alrededor de 200 fieles, algunos cardenales como George Pell, Prefecto Emérito de la Secretaría de Economía, obispos y funcionarios del Vaticano, todos debidamente distanciados y con mascarilla para evitar la propagación del coronavirus.
En la Basílica desprovista de ornamentos e iluminada tenuemente en consonancia con la sobriedad de la ceremonia en la que no se celebró la Eucaristía, el Santo Padre, vestido de púrpura en recuerdo de la sangre de Cristo derramada en la Cruz, se postró en el suelo delante del altar para orar durante unos minutos.
Tras algunos minutos de oración silenciosa, el Pontífice se puso de nuevo de pie para la liturgia de la Palabra en la que se leyó un pasaje del libro de Isaías (52,13 – 53,12), se recitó el salmo 31, se leyó la Carta a los hebreos 4:14-16, y 5: 7-9.
El Evangelio de San Juan que relata la Pasión de Cristo fue salmodiado de manera solemne por tres diáconos y el coro de la Basílica. En el momento en que se relata la muerte del Señor, todo quedó en completo silencio.
En la oración universal de los fieles en la que este Viernes Santo se reza por la Iglesia, el Papa, los obispos, sacerdotes, los catecúmenos, los cristianos, los judíos, los que no creen en Dios y los gobernantes, el Papa Francisco también elevó una especial petición por los enfermos de coronavirus:
“Dios omnipotente y eterno, refugio providencial de los sufrientes, mira con compasión las aflicciones de tus hijos que padecen por esta pandemia, alivia el dolor de los enfermos, da fuerza a quienes cuidan de ellos, recibe en tu paz a los que han fallecido y por todo el tiempo de esta tribulación haz que cada uno encuentre consuelo en tu misericordia, por Cristo Nuestro Señor. Amén”.
Después se realizó la adoración de la cruz, aclamada tres veces en latín con las palabras “Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo. ¡Venid a adorarlo!”.
En esta ocasión, la adoración se realizó con un crucifijo que no fue develado poco a poco sino que estuvo descubierto todo el tiempo.
Al igual que otros años, el predicador de la Casa Pontificia, P. Rainiero Cantalamessa, pronunció la homilía. Esta vez su prédica llevó por título “Primer nacido entre muchos hermanos”.