Por Ricardo Burgos Orozco
Era un mediodía de mucho calor. Eduardo trataba de cubrirse del Sol bajo un puesto de periódicos en la esquina, pero al mismo tiempo estaba atento a ser requerido de sus servicios por la gente que salía del Metro o la que pasaba por ahí. Había una larga fila de vehículos en espera y hay que armarse de paciencia.
Eduardo es moreno, con una calvicie prematura, vestido muy modestamente con un pantalón café, playera blanca, gorra, zapatos sucios por el trajín del trabajo y un cubrebocas y una cangurera colgados del cuello. Me sofocó con esto puesto, por eso me la quité ahorita, me dijo refiriéndose al tapabocas.
Trabaja como conductor de ciclotaxis o mototaxis. Es uno de l operadores en las salidas de las estaciones de la Línea A del Metro, cuyo recorrido es de Pantitlán a La Paz. Es una ruta que inicia en la Alcaldía Iztacalco, en la Ciudad de México, y termina en el municipio de Los Reyes la Paz, Estado de México.
Tiene diez años como operador afuera de la estación Los Reyes. Laboró durante mucho tiempo en las obras de construcción de varios edificios de departamentos de la localidad, pero sonríe cuando me confiesa que ya ni se acuerda muy bien.
El costo mínimo de pasaje en su mototaxi es de 15 pesos desde el Metro hasta donde lo lleven. El hombre me dijo que pese a la crisis sanitaria y que hubo un tiempo que casi no había pasaje, sale para comer y mantener a su familia porque es casado con tres hijos en edad escolar. Desde siempre ha vivido en Los Reyes.
Tiene que pagar 100 pesos diarios de renta por el vehículo y un promedio de 80 pesos de gasolina, pero dijo que después de costos, le quedan unos 200 pesos. Eso sí, trabaja de lunes a domingo desde que abren el Metro a las seis de la mañana y termina a la hora del cierre, a las 12 de la noche. Toma una hora u hora y media para comer.
Su vehículo y ellos como conductores, están afiliados a una organización social que maneja este tipo de transporte. Por supuesto, deben pagar una cuota mínima cada mes; también existe – me contó — el riesgo del “cobro de piso” por parte de algunos individuos o de lo contrario se roban su ciclotaxi o lo pueden dañar.
Este servicio alternativo de transporte en la Ciudad de México comenzó en la década de los ochentas. Especialmente después del sismo de 1985 comenzaron a usarse, arropados por grupos políticos, por eso en la actualidad se debaten entre la falta de regulación, la inseguridad y en varios casos, la delincuencia.
El Frente de Organizaciones de Transporte Colectivo Alternativo afirma tener 16 mil afiliados. Desde hace dos años ha estado trabajando para ser parte oficial del sistema de transporte en la zona metropolitana del Valle de México como una posibilidad moderna y con mínima contaminación.
Este organismo está tratando de introducir un modelo híbrido de bicitaxi, es decir, con un motor eléctrico y la batería se recarga con el pedaleo; el objetivo es que opere en el Valle de México. Es totalmente ecológico y su costo es muy similar al de un mototaxi convencional, 48 mil pesos por unidad.
Eduardo y unas 50 mil familias más dependen de su ingreso con este transporte alternativo en la capital del país y en el Estado de México, que opera principalmente afuera de las estaciones del Metro.