Por: Carlos Domínguez
Ha pasado ya casi un año y seis meses desde el cobarde ataque donde arrebataron la vida a mi padre, el periodista Carlos Dominguez Rodríguez, y muchas cosas se han dicho desde este lamentable y cruel acontecimiento: comenzando por el arresto del famoso delincuente de la frontera tamaulipeca apodado “El Rorro” ligado al CDN hasta la médula, hasta la estrepitosa caída política de su sobrino, el probable autor intelectual de citado homicidio: el ex alcalde de Nuevo Laredo, Carlos Canturosas Villarreal, quien a título personal -estoy seguro- fue quien ordenó -a su ya mencionado tío- la planeación y ejecución del único periodista tamaulipeco que lo criticaba –que no conforme con sus duras e imparciales columnas- se tomó la arriesgada molestia de investigar sus cuentas públicas 2013-2016 -para entonces ya rechazadas por el Congreso del Estado-, descubriendo un enorme boquete financiero provocado por el desvió desmedido y sin precedentes de casi mil millones de pesos mediante un esquema muy bien organizado de empresas fantasmas -todas en la ciudad de Monterrey, Nuevo León. También descubrió –que le costó la vida a mi señor padre- su coqueteó ($) con la dirigencia nacional de Morena, en búsqueda de la candidatura del poderoso ayuntamiento fronterizo, olvidándose de su pasado PANista, que lo había llevado por primera y única vez al control de la puerta más grande del país. Pero esa es otra historia…
No todo el ruido que ha rodeado el asunto ha sido en muestras de respaldo o de aceptación a mi incansable batalla por no dejar que el caso se sumerja en la desesperante calidad de IMPUNE o como dice la autoridad: Sin Resolver.
Desde que comencé a resistirme a estos hechos, he tenido que soportar gran cantidad de señalamientos de todo tipo: me han llamado “vendido”, “holgazán”, “mal hijo”, “vividor” e innumerables sinónimos de “hijo que lucra con la muerte de su padre”.
A pesar de lo doloroso de esta situación, no me he rajado, ya que con el tiempo he entendido que el precio más caro que uno tiene que pagar en México por resistirse a la impunidad son los contantes señalamientos y amenazas, que en el 90 por ciento, tienen como origen los mismos cobardes asesinos que a toda costa quieren salvarse de pagar por sus atrocidades.
En la batalla he tenido que luchar física, mental, social y mediáticamente con todos aquellos que se han prestado a defender sin escrúpulos a quienes hoy están en la cárcel, imputados por homicidio y con el agua hasta el cuello por su total involucramiento en la planeación y ejecución de mi viejo.
Cobardes ciervos del dinero y de la maldad como Raymundo Ramos, quien se dice defensor de DDHH en Nuevo Laredo, y su amiga de “muchas batallas” Sanjuana Martínez, directora general de Notimex: ellos son quienes más han vendido su tiempo y espacio, así como destinado facciosamente recursos públicos para inclinar mediáticamente la balanza en favor de los criminales, quienes a partir del 31 de Julio de 2019, comenzarán a ser enjuiciados por su cobardía.
Ellos ignoran lo legal y todo el trabajo que rodea las investigaciones de este homicidio, porque saben que les conviene más desvirtuar que apegarse a la verdad, misma que les dará seguramente una fuerte bofetada en la cara una vez que inicien los procesos de última audiencia.
Esperando que esta última fase que marca la ley se desarrolle en un juicio justo a los cobardes que destruyeron a mi familia y me rompieron el alma, trabajo porque éste tenga un desenlace exitoso para la libertad de expresión y sea para todos un ejemplo de justicia, misma que hace falta por montones a lo largo y ancho de mi amada tierra: México.
Y hago un llamado a las autoridades que llevarán el juicio, para que actúen con frialdad y prudencia, sin miedo al “que podría pasar”, siempre apegados a que cumpla la ley que está bajo su resguardo y que obre su buen juicio para con mi familia, y así ser beneficiarios de esa tan anhelada justicia que mi padre merece, tras arrebatársele tan cobardemente lo único que en verdad es nuestro derecho divino e inalienable: la vida.
Carlos Canturosas, quien hoy se encuentra prófugo y presuntamente con órdenes de aprehensión, le deseo que en algún momento de su vida encuentre la paz, porque con sus acciones nos arrebató a todos, tras ordenar el cruel homicidio de quien en vida fuera mi amado padre y su férreo crítico, quien con palabras escritas a punta de agiles plumazos, jamás hubiera podido quitarle la vida que a puñadas le arrebató.