También en diversas oportunidades ha aseverado que en política no debe haber lugar para el odio
En su conferencia de prensa del 19 de noviembre, Andrés Manuel López Obrador eludió responder a una pregunta sobre el conflicto interno en Morena. Dio una aseveración general sobre la necesidad de que los partidos diriman sus conflictos mediante métodos democráticos. También en diversas oportunidades ha aseverado que en política no debe haber lugar para el odio. No sé si ha tenido en mente a su partido cuando dijo esto, pero lo que si es cierto es que en Morena el conflicto interno ha escalado a tal nivel que ha aparecido un discurso de odio verdaderamente inaceptable. El discurso de odio es muy parecido al que ha enarbolado el fascismo para crear “una otredad negativa” o “un enemigo interno”.
No he tenido oportunidad de ver ese encono en los partidarios de Yeidckol Polevnsky. A lo sumo he visto señalamientos hacia Bertha Luján con respecto a un alegado nepotismo de su parte. No me atrevería asegurar que en ámbitos a los cuales no tengo acceso, no exista el referido discurso de odio hacia la Presidenta del Consejo Nacional. Yo no lo he visto ni lo he oído.
Lo que sí puedo aseverar con conocimiento pleno es que una parte no desestimable de los partidarios de Bertha Luján lo ha hecho. He visto circular en redes sociales calificativos como “maldita Yeidckol”, “traidora”, “rata golpista”, “tramposa”, “lambiscona”, “mentirosa”, “antorchista”, “avilacamachista”, “beltronista”, “salinista”, “ “caballo de troya del TEPJF”, “chimoltrufia”, “mercenaria empresarial”, “maoísta”, “trotskista”, “fraudulenta”, “ladrona”, “evasora de impuestos”, “neoliberal”. No me estoy inventando esta sarta de epítetos. Los he recogido de las redes sociales usadas por afiliados a Morena.
Cuando los odiadores se ponen suaves, solamente le dicen “la señora del chaleco” o simplemente “Citlali” aludiendo a que su cambio de nombre es una muestra más de su naturaleza bribona así como que dicha naturaleza le viene por el hecho de que es nieta de Maximino Ávila Camacho. Y algo que me parece extremo: un integrante del Comité Ejecutivo Nacional la ha acusado de traidora y ha recordado que Zapata fusilaba “por menos”. Los partidarios de Yeidckol somos “mafiosos”, “oportunistas”, “traidores”, “partidarios del Primor”, “perredistas” y “prianistas”. En mi caso personal otro integrante del CEN y un provocador que actúa desde el extranjero en redes sociales me han recordado mi patria de origen en un discurso xenofóbico que es ajeno a los principios de Morena.
El que el partido haya obtenido el éxito que tuvo, que hoy sea un camino de acceso a poder y dinero, ha hecho que los demonios se suelten. No en balde Andrés Manuel ha dado señales de que Morena debería devolver el 75% de sus prerrogativas. Sabe muy bien que poder y dinero son letales venenos para los ideales.
Dice mucho del nivel de conciencia de una parte del partido todo lo que líneas atrás he relatado como testimonio. La situación está tan descompuesta que la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia se ha desdibujado y tenemos a su secretario técnico diciendo en broma a través de redes sociales que se va a postular para Presidente del Comité Ejecutivo Nacional y aseverando que los integrantes del CEN deberían renunciar por ineptos. Lo grave es que este secretario técnico es uno de los principales redactores de las resoluciones de la CNHyJ, órgano partidario que se supone deben estar más allá de cualquier política facciosa. El que la CNHyJ ha dejado de ser juez para convertirse en parte, lo revela que su presidente haya formado parte del equipo negociador de Bertha Luján en la primera ronda de negociaciones que acordó en principio hacer un congreso extraordinario el 30 de noviembre próximo.
Y a estas alturas me pregunto: ¿Qué nos divide en Morena y ha generado el discurso de odio más propio de fascistas que de integrantes de un partido de izquierda? No veo argumentos ideológicos como los que se observaron en el pasado en la izquierda en el transcurso de sus eternas pugnas y divisiones. No tenemos diferencias como en el pasado sobre el tipo de partido, la clase que sería la vanguardia, si la revolución es armada o pacífica, si la misma es socialista o por etapas. Estos debates ahora son remotos y hasta inútiles.
Todos coincidimos en que nuestro líder moral es López Obrador: en que el principal problema de México es la corrupción; en que nuestro programa es posneoliberal; en que no mentimos, no robamos ni traicionamos; en que tenemos que luchar contra los intentos de la derecha de volver al pasado; en que tenemos que organizar a la gente desde la base; en que el trabajo ideológico es fundamental etc., etc.,
Nada más que en el imaginario de los más agresivos, existe un grupo de traidores encabezados por Yeidckol que quieren “adueñarse” del partido. Los más agresivos se imaginan a sí mismos, como encarnación de “los que verdaderamente aman a la 4T y a AMLO”, “los que están con las bases”, “los que son los verdaderamente honestos”. Aunque a algunos de ellos sean ejemplo de corrupción y arribismo.
Y en medio de todo esto, constato que en Morena la mayor parte de los integrantes de todos los bandos, sean de militancia antigua o de afiliación reciente, son personas de buena fe. Nos tiene divididos el que habiéndonos dado una prórroga de un año “para ordenar al partido” desperdiciamos ese año por no contar a tiempo con el padrón de afiliados para poder hacer ese ordenamiento.
Hemos desperdiciado también un año en la conformación del Instituto de Formación Política porque no fue aceptado el hecho de que el IFP debería ser autónomo en la estructuración de su curricula y contenidos, pero no en el manejo de sus finanzas. Nos tiene divididos porque sus principales organizadores lo conciben como un ente centralizado y sin una estrecha vinculación con los distintos órganos de dirección del partido en sus distintos niveles. En suma porque se quiso hacer del IFP un partido dentro de un partido. Nos hemos dividido también porque algunos pensamos que la sugerencia de Andrés Manuel de hacer una encuesta para elegir dirigencia debe ser aceptada y otros la rechazan.
Mientras tanto la derecha ha empezado a reconstituirse. El golpe en Bolivia la ha estimulado en México y en otras partes. Y aunque no hay que ser tremendista, lo cierto es que “cuando veas las barbas de tu vecino rasurar, debes poner las tuyas a remojar”. Ojalá no perdamos esto de vista.