La marcha , para la oposición, no es importante por las 3 mil o 4 mil o 6 mil personas que acudieron. No, la marcha de hoy es importante porque es parte de una estrategia que inició desde antes del 1 de diciembre pasado y que tiene la intención de desestabilizar y provocar, en un futuro lo más inmediato posible, la renuncian de Andrés Manuel López Obrador.
La oposición partidista a AMLO en México está desestructurada. No pinta. No hace. No entiende. Está hecha añicos y por más que intente hacer, no será fuerte. Por eso, quienes realmente mandan en esos partidos, han decidido que estos organismos desprestigiados y deteriorados hoy no deben ser los fuertes. Optaron, pues, por lo “ciudadano”.
En la estrategia, después, esos partidos tendrán su función específica: ahora no.
La apuesta por convencernos
La marcha no importa por su número, sino por su mensaje falaz. Quieren establecer que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador es muy malo y está a punto de llevarnos a la ruina. No es cierto, pero la verdad no les interesa.
La estrategia ahora es simple: convencer al mayor número de personas para que piense que con AMLO las cosas van peor que antes. No les importa que los programas sociales vayan bien, que haya más justicia, que lentamente los índices de violencia vayan disminuyendo, que haya ahorros, que se esté luchando con la corrupción.
Eso es lo de menos para ellos. No les interesa. Lo que buscan es convencer solamente de una cosa: “estamos peor que antes”.
Eso hacen, y lo hacen no solamente con la marcha, sino todos los días. Pero la cuestión no es que pretendan “desgastar” a AMLO y a su gobierno. No, lo que ellos quieren es conceptualizar la gestión del tabasqueño como “inadmisible”, como “no es posible”, como “ya no podemos seguir con ella”.
Es ahí donde esta le peligrosidad de la estrategia: no buscan el desgaste del actual gobierno para aprovecharlo políticamente después. Buscan su aniquilamiento.
Por ende el mensaje de la marcha fue así: el gobierno de AMLO va mal, es malo y debe terminar.
Para quienes se erigen como críticos de AMLO, no es que él esté haciendo “mal las cosas”, es que él no debe estar haciendo las cosas. El problema no es la gestión, el problema para ellos es la existencia de esa gestión. Y por ende pretenden solucionarlo no con “la mejora de la gestión” del actual presidente, sino con la desaparición de ésta. Es decir, la dimisión. La renuncia.
Para lograrlo, primero precisan crear la necesidad vía la mentira. Y en eso es lo que abona la marcha: en establecer que hay odio al actual gobierno, que éste es inadmisible y que no valen las mejoras que pueda hacer, sino que la solución, la verdadera solución, es su desaparición.
Su estrategia está en la mentira, y en convencernos de la mentira.
Convencernos que AMLO es autoritario. Que no respeta el estado de derecho. Que es enemigo de la libertad de expresión. Que se adueñó de los poderes legislativo y judicial. Que no “puede con el paquete”. Que hay más muerte que antes. Que hay más crisis. Que vamos directo a un caos. Que la economía es mala. Que las inversiones se irán. Que pronto todos seremos pobres y tendremos hambre.
Todas estas cuestiones son mentira, pero a ellos no les importa: su intención es diseminarlas, y a partir de ellas, crear crisis.
La estrategia, pues, es ésa: que algo pequeño se magnifique. Ahora van comenzando, pero van. Siguen más marchas y ataques, y cualquier cosa será usada no para desgastar al gobierno actual, sino para convencer al mayor número de gente de quela administración de AMLO es inadmisible, y por lo tanto, el tabasqueño debe renunciar.
Apenas comienzan. Es su derecho manifestarse, decir y hacer. El país es libre. Pero no se puede confiar en ellos. No son adversarios políticos. No juegan en ese tablero: son los que se sienten dueños del país, son intolerantes y harán lo que sea (legal e ilegal) para recuperar esa riqueza que hoy, este gobierno, la está repartiendo entre los más pobres.