Por Ángel Álvaro Peña
Si nada pasara después de dos años de gobierno la oposición no estaría en pie de guerra. Desde luego que nadie está obligado a coincidir con un gobierno que es el primero que cambia de manera de gobernar desde hace más de 100 años, porque si bien hubo en 2000 alternancia de gobierno, no cambiaron nada. Ahora, que los cambios existen, hay quienes no están de acuerdo.
En dos años, la población se ha dado cuenta de qué se trata la 4T, porque hubo muchos que sólo votaron a favor de Morena por las simpatías que les provocaba la historia política del actual presidente de la República, pero nunca se dieron cuenta de las obras y disposiciones de gobierno que desde la campaña se anunciaban.
La población aprendió a diferenciar simpatías personales de forma de gobierno desde inicios del sexenio pasado, cuando algunas personas votaron por Peña Nieto porque su apariencia era agradable; y nada agradable fue el resultado de su sexenio, uno de los más corruptos en la historia del país.
Habrá quienes están de acuerdo con los objetivos del gobierno federal, pero no en los métodos para obtenerlos. Otros, no están a favor ni del fin ni de los medios, y otros están de acuerdo con todo. En momentos en que la sociedad se politiza a golpe de crisis y fraudes, es necesario una sociedad crítica, que se politice con conciencia, y para ello debe estar informada por los medios que mejor les parezca, pero que también estén alerta sobre la veracidad de esos medios, es decir, que cuestionen a los propios medios de los que se vale la población para tener una conciencia política y una postura ante la realidad de México.
Las críticas y las noticias superfluas ocupan el lugar de los hechos reales en el país y esto también debe generar una conciencia al respecto. Porque por colocar en primeras planas la vida de artistas de la televisión y deportistas se les queda en el tintero información como la que proporcionó el Inegi el sábado 28 de noviembre acerca de que el comercio exterior presentó un superávit de 6,623.8 millones de dólares, en medio de la pandemia, durante octubre. Hace un año en el mismo mes hubo un déficit de 688 mil millones de dólares.
A dos años de distancia hay más objetivos en proceso que cerrados. La expectativa sobre las acciones de gobierno sigue, caminan y a veces parecieran detenerse. Los tiempos de la justicia, por ejemplo, no son los mismos que los de la voluntad de la gente de encarcelar a los funcionarios públicos del pasado, que realizaron inimaginables maniobras para enriquecerse, tiempos que deberán acelerarse, quien quiera que sea el responsable de esta acción.
Este proceso de cambio que lleva tiempo y que muchos aseguran que el tiempo se gana para que no se logre nada, es también el tiempo de una oposición que, valga la redundancia, han perdido mucho tiempo en desgastar al gobierno sin proponer a cambio nada lógico y contrarrestar la inercia de la actual administración pública.
Esa oposición que pareciera desmembrada debe prepararse para competir, en igualdad de circunstancias, con el partido en el poder en las urnas. Ahí está la batalla en una verdadera democracia y no en la guerra sucia de mentiras, noticias falsas, desgastes innecesarios.
La lucha de los partidos políticos está en las urnas, la de disidencias golpeadoras y golpistas están donde deben estar, fuera de la política oficial que debe tomarse en cuenta como punto de referencia para conocer sus verdaderos propósitos.
Es necesaria una oposición propositiva, que se exprese a través de medios de información libres. Es decir, libres de intereses extraperiodísticos y sin compromisos con el gobierno o con la oposición. Sólo así podrá establecerse una competencia sana para que la democracia mexicana se fortalezca, pero en México el juego de la política es un juego sucio desde hace un siglo. Para quienes lo juegan es una tradición, para quienes lo padecen es un estorbo.
La guerra sucia ha sido una manera de hacer política, y esto debe dejar de suceder. La transparencia debe ser plena no sólo en lo económico sino en la acción política. No debe haber secretos para la población que es, finalmente, la que gobierna. Pero habitualmente ha sido marginada de las decisiones de gobierno.
La gente debe organizarse para ser un verdadero interlocutor del gobierno, y así influir en las decisiones importantes que transforman México. Es decir, estar a favor o en contra del actual régimen es sólo el inicio de un proceso de participación de la población que tiene su momento decisivo en las urnas.
De ahí que deba quedar muy claro que ni la oposición ni la adherencia al gobierno se obtiene a través de simpatías, de discursos, de declaraciones, sino en los hechos y por ellos debe juzgarse y votar en consecuencia. PEGA Y CORRE. – La nueva cúpula de Morena al parecer no tiene la capacidad de reunir a los integrantes necesarios para renovar su comisión de Honorabilidad y Justicia que está ocupada inexplicablemente por un dominicano. Se canceló la reunión del pasado fin de semana por carecer de quórum. En realidad, Mario Delgado trabaja en la estructura partidista que pareciera no existe…