Por Ángel Álvaro Peña
Veracruz es un estado que se está cayendo a pedazos, sumido en la peor recesión económica de su historia, sin rumbo, sin dirección y constantemente herido por actos criminales como secuestros y ejecuciones. Este es el Veracruz real, el que todos conocemos, pero AMLO dice que todo está bien, que el gobernador Cuitláhuac García es una “bendición”.
Escuchar decir al presidente de la República que el gobernador Cuitláhuac tiene todo su respaldo, su solidaridad y su apoyo, y que, además, es un gobernante “honesto”, debe ser motivo de preocupación para los veracruzanos, porque esto sólo refleja que ellos viven en otra realidad, en un mundo aparte, lleno de fantasías y falsos logros.
El 6 de junio en Coatzacoalcos, el presidente López Obrador dijo que “puro gobernador sinvergüenza se había padecido en Veracruz”. Y tiene toda la razón, pero omitió decir que hoy en día tenemos un gobernador “honesto”, pero inútil y su pasividad está causando el mismo daño que la corrupción de los gobernadores corruptos.
El presidente debe dejar a un lado su discurso populista y paternal, y asumir su rol de líder activo, enérgico y firme al momento de aplicar la ley. Tristemente quiere dirigir este país dando mensajes y consejos de la abuela. Esta no es la transformación que esperaban los mexicanos.
López Obrador sabe que los veracruzanos están molestos con su “bendición” y cada que un periodista lo cuestiona, su respuesta es: “Cuitláhuac es un hombre honesto”. Al presidente se la olvida que la honestidad no es una cualidad que resuelve problemas por arte de magia. Para ser buen gobernante se requiere de muchos otros atributos, pero, sobre todo, de ganas de querer hacer algo.
La visita de AMLO a Veracruz fue trascendental al poner en marcha dos proyectos que detonarán la economía del sur de Veracruz, pero echó todo al caño cuando le faltó al respeto a los veracruzanos al no aceptar que su gobernador es malo, que no está trabajando.
Andrés Manuel es como los papás de antaño, que al peor hijo le daban todo lo que pedía y lo convertían en el consentido. Al final toda la familia sufría las consecuencias de las malas decisiones de los padres. Veracruz vive esta historia y triste realidad.
López Obrador estaba a tiempo de dar un jalón de orejas al gobernador de Veracruz y ponerlo a trabajar, pero en lugar de eso le puso una estrella en la frente y lo elevó a un nivel celestial. Esto nos indica que nuestro querido estado seguirá sin rumbo, a la buena de Dios.
Pero, como dicen los creyentes, “Los tiempos de Dios son Perfectos” y el próximo 4 de junio del 2021 los veracruzanos estarán yendo a las urnas y ahí someterán a juicio a la Cuarta Transformación y a todos sus apóstoles, incluyendo a Cuitláhuac y a sus diputados.
Mientras tanto, los Veracruzanos deben seguir viviendo una pesadilla, donde ya no esperan que el gobierno les ayude, sino que no los joda más.
Si MORENA y la Cuarta Transformación consideran que Cuitláhuac es una bendición, por qué no se lo llevan a Palacio Nacional a resolver los problemas que aquejan al país, y así ganamos todos los veracruzanos.