Puedes llorar porque se ha ido, o puedes sonreír porque ha vivido.
Puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado
David Harkins (1990)
Por José Manuel Rueda Smithers…
Esta semana algunos amigos, algunos colegas y algunos seres queridos, se fueron para siempre. Hay quienes luchan aún por salir adelante.
Llevamos poco más de un año viviendo en pandemia. Y sin duda, encontramos a tres tipos de personas: quienes permanecen casi en total confinamiento, los que tienen que salir a trabajar, porque la vida no les da otra alternativa (los médicos, las enfermeras, los empleados de las instituciones de salud, los policías, soldados, y servidores públicos) que sí tuvieron que presentarse a las oficinas en las que desarrollan algún trabajo y que no se pueden dar el lujo de faltar.
Los empleados de farmacias, de las tiendas de auto servicio, repartidores, y los que viven gracias a la venta de algún alimento en la vía pública o algún otro producto, se han hermanado en algo, en la angustia de tener que salir de la protección del hogar y enfrentar el riesgo de contagio.
Esa impotencia que por necesidad se calla, hace que quien los sienta, se haga el distraído, amparado por alguna protección de esas tan de moda: un cubre bocas o una mascarilla, y los menos afortunados que enfrentan a quienes van y vienen sin alguna protección, por la razón que sea, hasta aquellos insensatos que niegan la realidad, en medio de todos, realidad que no se ve, pero que se siente. Y que enluta, sin lugar a dudas.
¿Qué caso tiene hablar si se conoce o no a alguien que perdió a un ser querido?
Las cifras crecen y crecen, y los gobiernos del mundo juegan al descontrol de las cifras, para maquillar sus números. Y el de México, en eso, lleva el primer lugar. Ni México mismo sabe bien a bien las condiciones reales de lo que se vive. Sólo oculta, tergiversa, ataca a los medios, ataca a los analistas, ataca a otros países, y nomás no da una versión convincente.
Lo que sigue es el pensar si brindar consuelo a quienes ya lo vivieron hasta su última consecuencia, o mejor pecar de indiferente ante la adversidad del de junto. No se puede, nunca se podrá. Hay que inyectarle sentimiento del bueno a las cosas, no dejar ir el dolor (ese nunca se perderá), pero sí hay que permitirle a la vida propia seguir adelante. Sólo por recordar un hueco que traeré siempre, nada hace que se diluya, pero sí se guarda en un lugar tan especial que solo se recupera cuando se atreve uno a decir Gracias, sé que sigues aquí y así será siempre, pero debo ir a lo demás.
Hay veces en que la soledad y la incertidumbre (tal vez autoflagelo) de pensar en que no se tuvo la oportunidad de una despedida con el alma.
Ahorita, eso también es parte de lo que nos está dejando la pandemia.
Un amigo mío, sabio en sus creencias y su sentir, dice que mucha oración, bendiciones, y solidaridad, en algo ayudarán a llenar el vacío.
Y menciona entonces a los que quedan, algunos de ellos, sufren desamparo y soledad. Es a esas personas a las que debemos acercarnos para ayudarles a aprender a valerse por sí mismos, a reinventarse y sí, sin duda aquí la palabra queda, sobrevivir.
Quienes de verdad quieren a los demás, pueden hacer sentir la compañía, la empatía, la amistad, el apoyo, ese apapacho que sí hace sentir “estoy aquí”. Dice mi amigo que “no sé ni que decirte ante tu perdida, pero no estás solo, y te doy mi cariño.
Abrazar es un acto de amor. Es lo mejor que se le puede brindar. Decir que siempre habrá un mañana en el que volverá a salir el sol y que ese momento, no se quedará de esa manera tan extraordinariamente dura.
La vida es como una cadena, que cada momento es como los eslabones, se tiene que seguir jalando sin parar. No se puede quedar con un eslabón en la mano, que tiene que tirar y tirar, dejarlo pasar, para recibir el siguiente y el siguiente.
Hay tantas personas que hoy merecen que mis letras surjan de esta manera tan difícil de describir, que van en negro, para que no rompan con la seriedad del cariño por lo idos, amigos, amigas, compañeros de trabajo, en fin.