“Internet ha convertido lo que solía ser un mensaje controlado y unidireccional
en un diálogo en tiempo real con millones de personas”
Danielle Sacks
Por JOSÉ MANUEL RUEDA SMITHERS…
Preparaba yo un texto para una charla sobre periodismo, y sin que tuviera nada que ver, me detuve a leer una magnífica columna de Alejandro Calvillo en el portal de Sinembargo.mx, platicando sobre un fenómeno ya muy común, cada vez más negativo, sobre todo en naciones con poco control legal, acerca del nuevo uso de la publicidad para llegar al público, a través de los llamados influencers, o personajes populares vendiendo cualquier marca.
El título llama mucho la atención, y coincido totalmente con Calvillo, en el sentido de que este es el momento de frenar esas prácticas que sólo engañan al público y llenan los bolsillos de unos cuántos: “Los influencers y el oeste salvaje de la publicidad encubierta”.
Escribe que los gobiernos trabajan para lograr que los famosos, ahora usados como influencers, que hacen publicidad de una manera muy clara, adviertan a sus seguidores sobre el tema, o de otra forma, recibirán “sanciones similares a las que se aplican en el caso de violaciones a la regulación de publicidad en otros medios”.
Menciona que en otras partes del mundo, el control de la publicidad engañosa “que debería ya implementarse en México, consiste en el monitoreo de este tipo de publicidad”, y en la que el público no siente que le estén vendiendo algo, sino sólo le muestran los gustos y forma de vida cotidiana de quien se dirige a ellos.
México ya empieza sobre el concepto de eliminar en la publicidad de alimentos y bebidas, las famosas mascotas y personajes que hasta hace unos meses y por décadas, llenaron los espacios publicitarios por todos los medios posibles. Lo que se busca es proteger que los niños y adolescentes caigan en las redes del engaño por el solo hecho de intentar parecerse a tal o cual personaje.
Y robo una parte del texto de Alejandro Calvillo, quien también es director de la Asociación Civil Poder del consumidor, en el sentido de que “si es un objetivo de salud pública retirar de la publicidad todos los elementos atractivos para los niños en la promoción de estos productos no saludables, debe ser el caso de los influencers que son personajes altamente atractivos para esa población. Sin duda, más daño puede hacer un influencer con fuerte ascendencia sobre niñas, niños y adolescentes promoviendo alimentos y bebidas no saludables, que el propio Tigre Toño o el ejército de personajes infantiles en los productos de Nestlé”.
Solo agrego que el Tigre Toño y todas esas mascotas ahora prohibidas en las cajas y bolsas de productos, tenían solo la ventaja del tiempo que llevaban influenciando a generaciones, más allá de si eran buena o mala influencia. Salio por primera vez en las cajas de cereal, en 1952. Nos acostumbramos a ellos, y por eso ahora se nos hace raro pensar en que influían negativamente en nosotros. Lo hicieron por años.
Cabe mencionar que fue en 1976 cuando en México se promulgó la Ley Federal de Protección al Consumidor, para dar origen a la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO), institución encargada de defender los derechos de los consumidores, prevenir abusos y garantizar relaciones de consumo justas.
Lo que buscan ahora muchas naciones, es generar conciencia respecto de la publicidad oculta, misma que viola sin miramientos, toda la regulación establecida para proteger al consumidor, al exponerlo a una publicidad que no puede identificar como tal. No estoy en contra de los influencers, ni de los publicistas, me enoja la manera en la que los usan para vender.
Y es cierto, vemos en fotos, redes, pantallas, carteles, en fin, a esos llamados líderes del momento que aprovechan a su gran cantidad de seguidores, para vender tal o cual idea o producto, sin mencionar siquiera que se trata de un mero mensaje por el que cobra, y muy bien.
Hay que apoyar a asociaciones como Poder del Consumidor, en su esfuerzo por la defensa de todos nosotros, consumidores -generalmente pasivos-, por su estudio de productos, servicios y políticas públicas, y que vigilan además el desempeño de las empresas, e identifican opciones y denuncian en tiempo y forma las prácticas que afectan nuestros derechos ante una publicidad llena de callejones ocultos.