Por Alejandro Villegas…
El ciudadano presidente comenzó a orientar su discurso hacia la ampliación de mandato, aunque se niegue a aceptarlo abiertamente. El ensayo sobre el tema se concreta con la ampliación de la presidencia de Arturo Zaldívar al frente del máximo tribunal de la nación.
En el pasado reciente, desde Palacio Nacional, ha expresado que mientras el pueblo y la naturaleza quieran permanecerá en el poder, con lo que comenzó a filtrar la idea de una permanencia.
Por supuesto, ligada a la consulta al pueblo bueno, sin la necesidad de llegar a las urnas, para burlar la figura de la reelección. La permanencia en el poder, por mandato popular, en una suerte de réplica perniciosa de la forma en que se perpetuaron algunos mandatarios del continente.
De hecho, durante el proceso de aprobación de la ampliación de la presidencia del ministro Zaldívar se ha argumentado que es el único que garantiza que se concrete la reforma del poder judicial, con lo que, en un paralelismo directo, en el mediano plazo sin duda comenzará a filtrarse el argumento de que el ciudadano presidente es el único que puede garantizar que se concrete la 4T, y en consecuencia el proyecto de nación que impulsó durante su larga campaña de casi 18 años.
No hay duda, el tema tampoco es nuevo, casi desde el inicio de su gestión se estimó que el ciudadano presidente trataría de permanecer en el poder más allá de septiembre de 2024, mediante alguna argucia que le permitiera pasar por encima de la reelección.
Finalmente, en los hechos, se comienza a preparar el terreno para que lograr la ampliación de mandato del ciudadano presidente, y que mejor momento para hacerlo que en medio de la campaña para la elección intermedia, a la espera de que el tema se posicione suavemente en la agenda política nacional.
Inocencia
Más allá de su inocencia o culpabilidad, que al parecer no será determinada por un juez, sino por el pueblo bueno los candidatos de Morena señalados por violación, tocamientos o abuso sexual contra menores de edad, ponen en evidencia que no hay un sector político, al menos al momento, que pueda darse por excluido de ese tipo de conductas o señalamientos.
De derecha, izquierda o centro, partidos y candidatos más allá de destacar por sus propuestas o programas, parecen empeñados en exhibir a sus adversarios por su conducta perniciosa.
Los institutos políticos nos obsequian con una guerra de mensajes en los cuales la descalificación del adversario aparece como el lugar común, en tanto que las propuestas concretas están alejadas del escaparate.
Todo indica que de nueva cuenta la colectividad tendrá que votar, si es que se anima a hacerlo, por el menos peor.