
Sin duda alguna, estamos todos remecidos y tocados por la pandemia de coronavirus. Nos hemos visto obligados a cambiar nuestras rutinas más elementales y primitivas: el abrazo y el beso al saludar, la importancia de los encuentros presenciales, de visitarnos, de compartir, de enseñar, de ayudar. Se han modificado nuestras rutinas diarias: levantarnos, ir al trabajo, los niños a la escuela, salir a trotar, tomamos un café, comer con amigos o tener reuniones con comida, juntarse a tomar un trago o a cenar con amigos por la noche.
Esto es para nosotros, animales de hábitos y de significados, todo un desafío. Por ejemplo, visitar a los abuelos tiene un significado. Es señal de amor y de preocupación. Hoy, si los amamos y nos preocupamos por ellos debemos hacer lo contrario: no visitarlos, no abrazarlos y menos besarlos.
¡Qué cuestión este coronavirus!, que nos ha obligado a mirar, comprender, deconstruir esta cadena de conductas que hacemos sin pensar y de significados que damos por sentado.
Esto me llevó a pensar ¿es el coronavirus nuestro único desafío?
Definitivamente no. De esta molécula de proteína (ADN) cubierta por una capa protectora de lípido (grasa) se ocupan los infectólogos y biólogos de grandes laboratorios. Nuestro verdadero desafío, a lo que realmente debemos prestar atención y ocuparnos, es de nosotros mismos y de la necesidad de generar cambios de hábitos. No es fácil, es como la inercia de una pelota que rueda en una dirección hasta que una fuerza (una patada por ejemplo) la desvía. Sin esa fuerza la pelota sigue rodando en la misma dirección. En nuestro caso, la pelota rodando es el equivalente a nuestros hábitos y la patada que cambia la dirección es el coronavirus.
El primer aspecto que ayuda a generar el cambio es el significado que le atribuimos a las conductas. Comprender, lo cual es un acto cognitivo, aquello que necesitamos hacer. Entender la importancia del cambio de rutina. Cambiar el sentido o significado de las conductas. Esto debemos hacerlo nosotros y explicar a nuestros hijos, amigos o personas con quienes nos encontramos. No crea que es tan fácil, no. Creemos que entendemos, pero en realidad tenemos una comprensión limitada. ¿Le resuena que cuando en medio de una cuarentena voluntaria haya personas que piensen en pasar esto en la playa?, ¿que se paseen como si estuvieran de vacaciones? Pues sí, son ejemplos de no comprender totalmente la extensión, la amplitud y profundidad del cambio que se requiere. El cambio lo tenemos que hacer en la ciudad o en la playa, en Asia, Europa, América, África y Oceanía. Otro aspecto que debemos comprender es que tu salud es mi salud. Estamos unidos, ligados. Lo que te afecta a ti también me afectará a mí. No hay vuelta.
Una vez que comprendemos la importancia y la obligatoriedad de cambiar hábitos, nuestro desafío es generarlos. Partiendo porque probablemente no sea sólo un cambio personal, es familiar, es cambiar el ritmo de funcionamiento de un hogar. Probablemente, haya niños que entretener y educar, posiblemente no haya ayuda externa en nuestro hogar porque la persona que nos hace el aseo tampoco pueda asistir. Y por si fuese poco, quizás debemos tele-trabajar.
¿Cómo hago para cumplir con todo esto? ¿cuántas emociones, peleas, desencuentros y momentos entretenidos se hacen evidentes al estar juntos tanto rato? ¿cómo hago, por ejemplo, para enfrentar algo que quizás he evadido con las actividades diarias, pero que ahora no puedo evadir? Por ahora hay muchas preguntas, y las respuestas dándose en el acontecer diario.
Definitivamente opino que nuestro desafío, el verdadero para nosotros, no es el coronavirus. Nuestro desafío somos nosotros. Los biólogos e investigadores que estudien el coronavirus. Nosotros debemos mirarnos a nosotros mismos, a las personas con quienes convivimos, a, re-aprendernos, re-construirnos como familia. Una situación tal puede sacar lo mejor y lo peor de nosotros. Elegir sacar lo mejor y elegir atender lo bueno de nosotros. Buen desafío nos ha puesto el coronavirus. A ver si salimos airosos de nosotros.