Los ciudadanos en general necesitan generar un nuevo paradigma, un ordenamiento inclusivo, en definitiva una Constitución que termine con las lógicas impositivas desde la cúspide del poder político y que considere la participación de la sociedad en el rayado de cancha.
Los acontecimientos vividos en los últimos tiempos en varios países del orbe deben llevarnos a reinstalar las prioridades sociales basadas en lo colaborativo y no en lo individual, y por lo tanto, nuestras instituciones y quienes liderarán este proceso constituyente, deberán reencauzar sus aguas en base a la buena política, esa que se extravió en el camino de lo mercantil y la competencia desmedida.
En el marco de esta crisis, hemos visto muchas consignas pero una de ellas debe llamarnos a la reflexión: el pueblo dejó la dicotomía política de izquierda y de derecha y decretó el término de las ideologías, ya que estas se han transformado en instrumentos para favorecer intereses particulares.
Esto nos lleva a repensar el modo no solo de hacer política sino también como desde las bases y la sociedad civil, toman un rol más protagónico a la hora de decidir qué es lo que queremos o entendemos como justicia social, igualdad y dignidad.