Por Ricardo Burgos Orozco
Cuando era chamaco, teníamos una miscelánea en la colonia donde vivíamos. Me tocaba abrir para recibir el pan a las seis de la mañana y atenderla toda la tarde después de regresar de la secundaria hasta la hora del cierre a la nueve de la noche. Ahí mismo hacia las tareas escolares.
Lo más pesado y que odiaba era tener que ir el fin de semana al Mercado de La Merced por mercancía: latas, cigarros, frijol, dulces; perecederos como jitomates, plátanos, cebollas, papas, manzanas, verduras, que era lo que vendíamos en la tienda.
Cuando estaba chavo era muy flaco, aunque decían los vecinos que también muy correoso y resistente. Mi papá tenía una camioneta viejita azul de redilas Ford 1965 y en ella transportábamos toda la compra, pero había que cargarla desde las bodegas. Ahí venía yo zigzagueando por la calle con el bulto de frijol o la caja de plátanos en los hombros porque apenas aguantaba el peso a mis 13 años.
Podíamos pagar a un mecapalero, de los muchos que había en aquel entonces, para que te llevara la mercancía a tu coche, pero nosotros preferíamos ahorrarnos ese dinero y no disminuir la poca ganancia que teníamos en la miscelánea. Me daba risa el grito de esos cargadores para que la gente les diera el paso ¡Ahí va el bulto!
Me acuerdo que en ese tiempo me sorprendía ver a los bodegueros de La Merced, vestidos muy humildes, sencillos, pero con grandes fajos de billetes, que exhibían sin ningún recelo en cada negociación. Algunos decían en ese tiempo que preferían guardar el dinero debajo del colchón que meterlo al banco.
Todo eso recordé hace unos días cuando fui a La Merced nuevamente después de algunos años que no andaba por esa zona. Cuando llegué a la estación del Metro La Merced, desde el andén al bajar del tren percibí el olor a legumbre, a hierba, a frutas, a perecederos. Es un aroma agradable.
Ya está todo muy cambiado. Pasando los torniquetes de la salida te encuentras inmediatamente con puestos de todo tipo; se confunden los accesos de la terminal con los locales. No sabes donde empiezan y terminan unos y otros. Para salir a la avenida Circunvalación, debes cruzar por pasillos interminables de locales comerciales.
El Mercado de La Merced sigue siendo el mayor mercado minorista de la Ciudad de México con más de cuatro mil locales.
La Merced ha sufrido varios incendios desde su apertura en 1957. El más reciente fue el 24 de diciembre de 2019 en una de las naves del inmenso inmueble. En aquel tiempo, mientras reparaban el lugar, miles de locatarios se instalaron “temporalmente” en los alrededores de la estación La Merced; sin embargo, arreglaron el lugar y se les “olvidó” regresar.
Me comentó Enrique, uno de los miles de comerciantes de La Merced instalado fuera de uno de los accesos del Metro, que se supone iban a estar ahí sólo mientras reconstruían la nave dañada, pero, dijo, nadie les ha exigido regresar y los espacios ya fueron ocupados por nuevos comerciantes.
Enfrente de la estación La Merced del Metro está otro sitio tradicional de la Ciudad de México: el Mercado de Sonora, que estuvo cerrado durante varios meses a consecuencia de la pandemia. Ahí encuentras cerámica, artículos para fiestas, animales vivos, hierbas de toda clase y productos relacionados con la magia y el ocultismo. Antes también se conocía como Mercado de los Brujos o Mercado de los Animales Vivos.
Los mercados de La Merced y Sonora conservan su tradición después de muchos años y la gente de la Ciudad de México no deja de tenerlos como puntos de referencia para comprar de todo y a buenos precios.