Por Ricardo Burgos Orozco
Fue hace 50 años y lo recuerda como si hubiera sido ayer. Es militar egresado del Colegio del Aire en la ciudad de Guadalajara, Jalisco, y un día de 1970 decidió presentar solicitud en el Metro porque era el trabajo de moda de aquel entonces; lo aceptaron e hizo ahí una carrera que concluyó en 2012.
Carlos Pérez Torres inició en el Metro como técnico mecánico electricista. Hizo el examen en unas oficinas alternas a la estación Zaragoza, que es una base de mantenimiento electromecánico. Empezó laborando en el mantenimiento del bombeo de las aguas negras y pluviales de las estaciones.
Cuando le preguntó qué recuerda de aquel entonces, dirige la mirada al cielo y empieza a rememorar. Extraña esa época, pero ahora vive muy tranquilo con su esposa y al cuidado de su mamá.
En 1971 lo ascendieron a inspector de la Línea 2 y una ocasión lo mandaron a cubrir las vacaciones de un compañero en la terminal Tacuba de aquel tiempo. Ya había mucha gente que viajaba en el Metro porque era el más rápido y seguro. Ese día al terminar el turno, le avisaron que una persona había caído accidentalmente a las vías, bajó y la encontró atrás de la barra guía energizada. El hombre la había librado de milagro. Carlos le preguntó ¿Es usted creyente? ¿Por qué? Le contestó el otro. Porque volvió a nacer; vaya a bautizarse, le respondió.
Recuerda con tristeza que no ocurrió lo mismo años después cuando dos jóvenes de unos 20 años de edad, ingresaron corriendo al andén en la estación Revolución en busca de alcanzar el tren. Uno de ellos resbaló y cayó a las vías. Murió al instante.
Nunca fue conductor y por su trabajo de inspector, Carlos debió manejar muchas ocasiones, sin mucha pericia, reconoce. Una vez se le bloqueó un tren a la mitad del andén de la estación Pino Suárez, salió de la cabina y apoyo su hombro derecho en el marco de la puerta, simulando que impulsaba, mientras con la mano izquierda manipulaba los controles. Los usuarios al verlo se bajaron de los vagones y empezaron a empujar también pensando que ayudaban.
En Tacubaya mucha gente se quedaba más allá de la terminal porque sabía que el tren iba a regresar al andén casi de inmediato, pero está prohibido por el reglamento del Metro. Cuando eso sucedía, Carlos hablaba por el interfón y les pedía de broma a los usuarios tirarse al piso porque corrían peligro mortal de pie ya que la corriente de las vías podía saltar y afectarlos. La gente regresaba sacudiéndose la ropa después de estar en el suelo unos minutos, pero no los remitían a las autoridades.
Recuerda también que una ocasión en 1973, él estaba junto con otros compañeros a un lado del andén y pasaron dos muchachas. Una le dijo a la otra ¡Uy, amiga, están muy feos! Carlos le contestó de inmediato en broma ¿Qué querías por un peso, amiga? (el precio del boleto de aquel tiempo) ¿Alain Delon?
Unos años después que Carlos ingresó al Metro, lo hicieron las mujeres como conductoras. Dice que no había discriminación, pero si cierta incomodidad de parte de los hombres porque se trataban fuerte, con groserías y con ellas no podían hacerlo, pero recalcó que no pasó mucho tiempo para que hubiera armonía entre todos y se llevaran muy bien hasta ahora.
Carlos es un baúl de recuerdos y anécdotas que nunca olvida. Fueron 42 años al servicio del Sistema de Transporte Colectivo. A sus 73 años se siente todavía con mucha energía y ánimo para continuar siendo productivo en otros aspectos de la vida.