Por Ricardo Burgos Orozco
Me levanté muy temprano el miércoles 29 de julio — más de lo normal –, desempolvé uno de mis tres trajes y me lo puse después de cuatro meses de no usar ninguno. Decidí no llevar corbata para hacer caso a las indicaciones sanitarias contra el Covid19, pero sí me tuve que colocar el cubrebocas y la careta, tan esenciales en esta época para la prevención de posibles contagios.
Iba a una ceremonia de la Cumbre Mundial del Conocimiento, un proyecto que ha cobrado mucha fuerza en los últimos meses porque está reuniendo talentos de todo el país para unificarlos y organizarlos en un evento el año próximo. Este movimiento es avalado por El Senado de la República y la Cámara de Diputados.
Me subí a las 8:30 de la mañana en la estación División del Norte hacia Balderas y de ahí transbordar a Insurgentes. Cuando trabajaba como director de Información de la Secretaría de Salud, esa era la hora de mi llegada a la oficina. Viajaba en el Metro de Balderas hasta Chapultepec y era una misión casi imposible subirse a uno de los vagones por los miles de usuarios a esa hora.
Hay mucha gente que está circulando nuevamente en el Metro pese a la cuarentena, pero me sorprendió que el miércoles 29 de julio a las 8:30 de la mañana, el andén hacia Insurgentes estaba medio vacío. Aunque iba con muy buen tiempo, me puse nervioso cuando el tren se detuvo unos diez minutos en Balderas, pero luego llegué sin contratiempos a Insurgentes. Bueno, son dos estaciones.
Antes de las nueve de la mañana ya caminaba por la calle de Londres hacia el Hotel Holiday Inn, en la Zona Rosa, donde a las diez iba a ser la ceremonia de entrega de Doctorado Honoris Causa a José Luis Uribe –con quien alguna vez cubrí la fuente deportiva y presidente del Club Primera Plana, una organización de periodistas con 60 años de existencia –, Moisés Sánchez Limón – excompañero en la fuente política – y Abraham Mohammed, periodista con 65 años de práctica profesional, así como a la escritora Ivette Estrada. También yo estaba en la lista.
Fui el primero en llegar al lugar. Al entrar, en la recepción estaba un empleado somnoliento y para despertarlo le hice un poco de plática. Me dijo que no tienen huéspedes y así están todos los hoteles de la Zona Rosa. Tienen unos días de haber abierto después de más de tres meses de cuarentena. Tenemos que aguantar, no queda otra, me dijo el hombre.
La ceremonia de investidura del Doctorado Honoris Causa se realizó con un grupo muy reducido de asistentes, en un pequeño salón, debido a los cuidados por la emergencia sanitaria. Eso sí, con la bandera nacional de fondo. Encabezó Omar Alcántara Barrera, presidente del Colegio Internacional de Profesionistas e impulsor incansable de la Cumbre Mundial del Conocimiento.
Fue muy emocionante recibir el pergamino de Doctor Honoris Causa vestido con toga y birrete y con la formalidad de Omar Alcántara y sus colaboradores. Seguramente lo mismo sintieron mis colegas porque ellos y yo sonreíamos nerviosos, ninguno acostumbrado a ser protagonista principal de un evento así.
Regresé caminando hacia la estación Insurgentes, orgulloso con mi diploma en las manos; subí al vagón y de regreso iba pensando en mis 45 años en el periodismo, mi experiencia en distintos medios de comunicación, en oficinas de prensa de varias dependencias de gobierno y del orgullo que representa recibir un premio como estos en un ambiente polarizado, en el marco de una emergencia sanitaria jamás vivida.
Me reí solo – recargado en una de las puertas del vagón — al acordarme de la cara de sorpresa de Omar Alcántara, él tan serio, cuando le pregunté ¿Crees que me dejen pasar al Metro con toga y birrete?