Por Ricardo Burgos Orozco
Un grupo de amigos me invitó a un evento musical en el Parque Tezozómoc con un conjunto que se llama Los Santaneros, que son una especie de imitación de La Sonora Santanera. Era domingo, pero me decidí a ir, aunque tenía que viajar en el Metro de sur a norte. Además, pocas ocasiones me toca visitar las estaciones de la Línea 6, que corre de El Rosario a La Villa/Basílica y siempre te puedes encontrar con historias para contar.
Iba con toda calma porque por fortuna la “tocada” fue en la tarde. Por supuesto, salí muy a tiempo de casa, transbordé en Deportivo 18 de Marzo hacia El Rosario. Decidí bajarme en la estación Tezozómoc y de ahí preguntar por el parque.
Resultó que no estaba muy cerca y tuve que tomar un taxi para llegar. Llegué en diez minutos. Pese a que siguen los contagios, la Ciudad de México ya está en semáforo epidemiológico amarillo y los sitios como el Parque Tezozómoc volvieron a abrir al público; paulatinamente las familias regresan a hacer sus actividades cotidianas sin dejar el cubrebocas, aunque se les está olvidando mantener una distancia mínima para evitar contagios.
Como llegué temprano me puse a recorrer el lugar. Un sitio muy amplio lleno de zonas verdes y arboladas que fue inaugurado en 1982 en los terrenos de lo que era la Hacienda de El Rosario. En el centro hay un lago artificial y una isleta. Tiene andadores, ciclopistas, zona de juegos y zona de patinaje.
Al fondo vi a un grupo de personas que se divertían con un payaso. Después que terminó una de sus “funciones”, platiqué un rato con él. Me dijo que se llama Firuleke “ni me pregunte porqué me llamo así; el nombre lo heredé de mi papá que ya falleció, se dedicaba a lo mismo y nunca le pregunté el origen del sobrenombre”.
Firuleke se gana unos pesos por entretener a la gente durante un rato. Durante muchos meses padeció porque no había dónde trabajar por la pandemia, aunque me dijo que entre semana es “vagonero”, es decir, vendedor ambulante en el Metro.
Un hombre, que iba con su familia, esposa y tres hijos, me comentó que están venciendo el temor de salir a la calle después que su papá falleció hace unos meses a consecuencia del Covid. Me dijo que vivió días de angustia porque fue el tiempo cuando escaseaba el oxígeno y las camas de hospital.
Como no encontraba el lugar donde iba a ser la “tocada”, le pregunté a un hombre que vendía dulces en la entrada. No terminé de decirle cuando me contestó ¿Viene a ver a Los Santaneros? Es a un ladito por fuera del parque.
A un costado del enorme parque de 28 hectáreas, estaba montado el improvisado escenario. Resultó que no solamente iban a tocar Los Santaneros sino un grupo más llamado Los Shulos, dos hermanos que cantan música norteña; según mis amigos ya hasta han salido en televisión.
Después de dos horas me despedí y me dirigí nuevamente a la estación Tezozómoc para emprender el regreso a casa por la misma ruta del Metro hacia el sur. Un domingo diferente, pensaba, mientras iba tarareando en voz baja algunas de las canciones que acababa de escuchar, una de ellas: “…La arena estaba de bote en bote, la gente loca de la emoción…”